A medida que el mundo se vuelve más conectado y digital, la ciberseguridad se vuelve más compleja. Las organizaciones están moviendo más infraestructura, datos y aplicaciones a la nube, dando soporte al trabajo remoto e interactuando con ecosistemas de terceros. En consecuencia, ahora los equipos de seguridad deben defender un entorno más grande y dinámico y un conjunto de superficies expuestas a ataques ampliado.
Los actores de amenaza sacan partido a esta complejidad y aprovechan las brechas en la protección y los permisos de las organizaciones para ejecutar ataques de alto volumen incesantes. Los ataques suelen ser polifacéticos, abarcando varios elementos de la infraestructura y operaciones de la organización. Los atacantes también se están volviendo más coordinados en un entorno de ciberdelitos como servicio. En 2022, La Unidad de Delitos Digitales de Microsoft bloqueó 2 750 000 registros de sitios para adelantarse a los actores criminales que planeaban usarlos para participar en un ciberdelito global.1
Mantenerse al día con las amenazas actuales implica proteger todas las superficies expuestas a ataques, incluido el correo electrónico, la identidad, los puntos de conexión, el Internet de las cosas (IoT), la nube y los elementos externos. Desde una perspectiva de seguridad, tu fortaleza es la de tus eslabones más débiles y los atacantes se están volviendo mejores a la hora de encontrarlos. La buena noticia es que las amenazas pueden detenerse mediante la implementación de medidas de seguridad básicas. De hecho, hemos descubierto que la higiene de seguridad básica todavía protege contra el 98 % de los ciberataques.2
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